Hay un día para nacer y otro para morir, un día, una hora y un tiempo para cada situación, un lugar un entorno que nos va llevando si nos dejamos fluir y damos ese paso de fe todavía invisible sin plena consciencia en la mente concreta, pero real y evolutivo en el alma. Hay que morir para volver a nacer y no es una mente física, dolorosa ni definitiva, es una muerte aceptable, consciente dentro de lo humano, razonada, meditada y trascendente, es para dar a la vida verdadera. La del buscador que ha encontrado una ermita para descansar, analizar y prepararse para dar ese paso esperado por el alma y reafirmar su consciente en su esencia cristica , manantial de luz, donde no hay mascaras ni rangos, ni cargos ni títulos, solo hay unidad con el ser de todo ser, con el padre que es el hijo y el espíritu santo el mismo espíritu de los tres. Es esta vivencia pronta de velarse la que me llevo a cruzar continentes, encontrarme con hermanos que son una parte mía, en una casa – templo que la se...