Hace casi quinientos años –si es que no los ha cumplido ya-, un joven originario del pueblo de Loyola, en Guipuzkoa (así, en el idioma euskera), territorio del pueblo vasco, en la península ibérica, zona fronteriza con Francia, que había perdido su andar normal a consecuencia de la explosión de una bomba, que en plena batalla le destrozó las dos piernas, escribía una manifestación, a la que llamó Principio y Fundamento (no razón y motivo, como dijeran los del grupo 5 y disculpen mi espíritu satírico, tan común a los limeños, en palabras de Raúl Porras Barrenechea). Esta manifestación era una verdadera declaración existencialista de lo que debía hacer cualquiera –estaba dirigida a todos- que se consideraran hijos de Dios, hijos de un Supremo Creador. San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús (no había lugar en el que no mostrara sus raíces militares el ahora santo), nos decía: « El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante est...