El objetivo es reflejar en la medida de lo posible lo que la Orden entrega, así como esclarecer el hecho de que cumple realmente con dichos postulados.
La
escuela
Lo
primero que hay que dejar claro es que la palabra “escuela” viene del latín “schola”,
que es un establecimiento de enseñanza, una escuela de artes u oficios,
mientras que también figura el concepto de “discípulos de un maestro”. Por otra
parte, el concepto “iniciático”, según la RAE, es “perteneciente o relativo a
una experiencia decisiva o a la iniciación en un rito, un culto, una sociedad
secreta, etc.”.
Pero lo
iniciático es mucho más que solamente la entrega de un conocimiento velado. En Discípulos
y maestros, el esoterista Om Cherenzi Lind afirma que “como fin primordial,
la iniciación tiene por objeto la superación consciente integral del ser, lo
que implica una transformación total estructural y funcional y,
consecuentemente, de la personalidad”.
La
escuela iniciática vendría siendo aquella que enseña por medio del trato
directo de un maestro, el cual guía constantemente al discípulo para que,
generando cambios, obtenga buenos dividendos físicos, mentales y espirituales.
“El
discipulado tiene por finalidad el perfeccionamiento del ser, la mejor
orientación de la vida y el enaltecimiento espiritual, bajo la dirección de un
maestro de sapiencia”, sostiene Lind.
Por su parte, los archivos de la Orden puntualizan que la enseñanza que acompaña a este conjunto de ritos y símbolos iniciáticos debe transmitirse regularmente por tradición oral.
Incluso
si fuera puesta por escrito para servir como una “ayuda para la memoria”, en ningún
caso podría prescindirse de la transmisión oral, ya que solo esta última
permite la comunicación de una influencia espiritual.
“Un profano que conociera todos los ritos por haber leído su descripción en los libros, no estaría iniciado de ningún modo por eso, ya que es bien evidente que de ese modo, la influencia espiritual vinculada a esos ritos no le habría sido transmitida”, dice el registro.
La
enseñanza
Cabe
recordar que el Temple toma la vida y obra de Jesús el Cristo como guía, pero
deja a la comprensión de cada Hermano la forma de creer en él, de manera que
cada quien pueda llegar a sus propias conclusiones a través de la meditación y el
análisis.
“Para
algunos, el Cristo es el Dios hecho hombre, para otros es un hombre que alcanzó
un estado de divinidad al trascender, para otros es un maestro espiritual y
para algunos, un símbolo de lo supremo. Sea como sea, alguien verídico o más
bien un símbolo, es sublime, ya que en sus enseñanzas, sobre todo en los
Evangelios, la verdad se encuentra revelada de una manera sencilla”,
explican los archivos del Temple.
Aldo
Lavagnini, gran referente y maestro de la francmasonería, señala que “el
Cristo, más bien que una atribución personal de Jesús, sería el conocimiento o
percepción espiritual de la verdad que debe nacer y nace en todo iniciado que
se hace así su verdadero cristóforo o cristiano. El mismo Jesús sería también
el nombre simbólico de este principio salvador del hombre, que lo conduce del
error a la verdad y de la muerte a la resurrección”.
La
enseñanza e imitación del Cristo es fundamental, pues en su mensaje existe un esoterismo
que no todos pueden develar. Dentro de esta enseñanza, están muy arraigados los
principios universales, sobretodo el conocimiento de la ley de causalidad.
A modo
de ejemplo, se pueden citar los siguientes extractos de las Santas Escrituras: “Así
que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así
también haced vosotros con ellos, porque esto es la ley y los profetas”
(Mateo
7:12). “Entonces Jesús le dijo: vuelve tu espada a su lugar, porque todos
los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52).
En
tanto, un ejemplo del principio de mentalismo es: “Porque del corazón salen
los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los
hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). Esto nos
dice que lo bueno y lo malo nace desde el centro del hombre a nivel de
pensamientos, avalando dicho principio universal que señala todo es mente.
El
método práctico
El
Temple busca identificar y comprender estos principios y objetivos que están
presentes en la enseñanza iniciática del Cristo. Pero la pregunta es: ¿Cómo nos
acercamos a ese nivel de espiritualidad?
Bien
sabemos por lo anterior que estamos a merced de la ley de causalidad. Lo que hagamos
se nos devuelve en su justa medida, y para estar alineados con esta, debemos
empapar nuestra mente y fusionarla con la gran conciencia, además de vencer los
deseos motivados por los cuatro cuerpos inferiores, y de esa forma, algún día
podremos ser dignos representantes y guardianes del equilibrio.
Para
esto, la meditación es fundamental.
Según
el ocultista suizo Oswald Wirth, la iniciación enseña al individuo a olvidar
todo lo que viene de otros, para de esa manera poder “replegarse en sí
mismo, penetrando en las profundidades de su propio pensamiento, a fin de acercarse
así a la fuente pura de la verdad. Se instruirá, pues, no escuchando sabias
disertaciones, sino ejercitándose en meditar”.
Wirth
lo tenía bastante claro: sabía que la meditación es crucial para que el
individuo alcance la apertura de consciencia. “Para iniciarse, leed poco,
pensad mucho, meditad a menudo y no temáis soñar”, dice el reconocido autor
de manuales de instrucción masónica.
Om Lind
afirma que “el discípulo lleva una vida patricia en medio del vulgar,
morboso y brutal tráfago de la vida diaria, porque actualiza en forma práctica
el valor de los principios universales. De ahí que sea un auténtico aristócrata
de la naturaleza y noble del universo, aunque sus regios atuendos sean
solamente virtudes y sus armaduras caballerescas consistan sólo en pensamientos
dignificantes y vida ejemplar”.
Lind
también sostiene que una buena escuela iniciática dispone de instructores para
sus
aprendices
o discípulos, pues “todos los buenos deportistas necesitan de entrenadores,
y muchas veces un simple nadador necesita de una ayuda en trances imprevistos”.
Agrega que esto ocurre en todas las esferas de interés de la actividad humana. “Hasta los más avezados hombres de ciencia necesitan en la actualidad refrescar sus conocimientos, ensanchar sus horizontes y digerir lo que unos y otros descubren, y entonces recurren a mentores de síntesis y orientadores de asimilación de conocimientos”, observa Lind.
Camino
a seguir
Todo lo que está estipulado en la Orden del Temple está pensado como un lugar donde se entrega una enseñanza, que va desde el plan de docencia hasta los seminarios, pasando por el reglamento interno y la constitución. Recibir esta enseñanza por alguien que vivió lo mismo o cosas similares a las tuyas es muy importante, pues la experiencia sumada al ejemplo entrega la esperanza que los libros no, sobre todo en momentos de angustia.
Una
escuela iniciática no debiese llamarse tal solo por develar símbolos y celebrar
rituales ocultistas, u ostentar cartas patentes de soberanos santuarios de
oriente o por citar filosofía iniciática.
Sus
miembros tampoco encontrarán la iniciación citando a estudiosos que buscan desacreditar
a los mismos que dieron vida a sus escuelas, formándose estos tan solo como
portadores de grados y cayendo en uno de los peores errores, que es la
ignorancia.
El
conocimiento y dominio de la energía, la mente y la materia son las grandes
características de un iniciado. Si una escuela esotérica no enseña a sus
miembros a estar bien es esos aspectos, el camino trazado se vuelve una pérdida
de tiempo.
El
Temple, por su parte, está comprometido a seguir estos postulados al pie de la
letra.
FUENTE: Fr+ Alberto Gutiérrez (2023). “¿Sigue el Temple los postulados de una escuela Iniciática?”. Revista Capitular Templaria “Octógono” - GPTCHILE. Año VIII N° 1. Enero 2023. Pág. 03- 05.
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